Marzo llega a las laderas de las tierras altas, trayendo consigo un sol amarillo brillante y vientos suaves que soplan a través de los campos de café y los exuberantes campos de maíz verde. En los colores del cielo y de la tierra en marzo, hay un color prominente, simple pero hermoso: el color de la camisa verde del voluntario. Es el color de la juventud, del entusiasmo, de los pasos incansables en el camino de sembrar amor y alimentar esperanza en aldeas remotas, por caminos llenos de baches.
Cada temporada de voluntariado, aparecen camisetas verdes en todos los caminos de las tierras altas, desde la tierra de basalto rojo hasta los arroyos claros que serpentean a través de los vastos bosques. Los pies jóvenes llevan emoción, los corazones llevan el deseo de contribuir. No vienen a buscar algo grande, sino simplemente a dar: a dar juventud, entusiasmo, sonrisas cálidas y hermosos sueños de una vida compartida.
El camino hacia el pequeño pueblo serpentea a través de exuberantes colinas de té verde y plantaciones de café cargadas de frutas, con algunos tramos llenos de baches y barro después de las lluvias repentinas en el bosque. Pero para los jóvenes voluntarios, cada dificultad es sólo un desafío, no una barrera. Van con el espíritu de los jóvenes: “Donde hay necesidad, hay juventud; donde hay dificultad, hay juventud”.
Nos detuvimos en una pequeña escuela en medio de un pueblo remoto, donde los niños Ede, Bana y M'Nong se asomaban detrás de las viejas puertas de madera, sus ojos claros mirando a los invitados con camisas verdes con un poco de timidez. Ese es el momento en que los jóvenes se dan cuenta de que hay tierras donde la simple alegría es sólo un libro nuevo, un bolso intacto o simplemente una mano suave que les acaricia la cabeza.
Se construyeron pequeñas aulas justo debajo del dosel del bosque, en un suelo que todavía olía a hierba silvestre. El sonido de la ortografía y las risitas resonó a través de las montañas y los bosques, haciendo que la atmósfera fuera extrañamente cálida. Cada letra entregada no es sólo conocimiento, sino también esperanza y motivación para que los niños aquí sepan que el mundo exterior es muy grande y las letras son el puente que los lleva a nuevos horizontes.
Los días de voluntariado no son sólo para enseñar, sino también para ir a los campos con los lugareños, ayudarlos a reconstruir las cercas que se derrumbaron después de la tormenta, cavar pozos para las aldeas que carecen de agua potable o simplemente ayudar a los ancianos a arreglar sus techos destartalados. Las manos que antes solían sostener bolígrafos ahora estaban cubiertas de barro, los hombros que antes soportaban la presión de las tareas escolares ahora estaban acostumbrados a cargas pesadas y a las penurias de la gente de las regiones montañosas.
Hubo días en que plantaba árboles en las altas colinas, mis manos estaban cubiertas de tierra roja pero mis ojos brillaban de alegría. Porque saben que cada árbol plantado hoy será una sombra en el futuro, será una vida creciendo de la tierra, así como las aspiraciones de la juventud que siempre quiere plantarse y crecer con su tierra natal. Pero quizás lo más lindo de los viajes no son sólo los proyectos realizados, sino también los lazos fuertes entre las personas, entre corazones que saben compartir y amar.
Hay momentos en que, sentados junto a un fuego parpadeante en medio del bosque, los jóvenes miran el cielo estrellado y escuchan el susurrante sonido del viento del bosque. Entienden que la juventud no es para siempre, pero lo que hagan hoy perdurará para siempre. Un día, cuando dejen atrás sus días de voluntariado, recordarán los ojos inocentes de los niños, recordarán las manos callosas de las personas que una vez les tomaron la mano y les dijeron gracias. Recordarán los caminos soleados y las colinas de un verde intenso, donde presenciaron los pasos de una juventud llena de entusiasmo y pasión.
El voluntariado no es sólo viajes, sino también una actitud ante la vida: vivir para los demás, vivir con el corazón abierto y con sentido de responsabilidad. Marzo pasará, los viajes de voluntariado podrán terminar, pero las cosas buenas que los jóvenes han sembrado en esta tierra de altura permanecerán para siempre, como brotes verdes que crecen en la tierra roja, como sueños que siguen creciendo en los corazones de los que se quedan. Y en algún lugar, en los caminos de nuestra patria, la camiseta verde del voluntario seguirá brillando, como el símbolo más bello de la juventud.
Porque la juventud no son sólo los años que hemos vivido, sino también lo que hemos dado.
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Fuente: http://baolamdong.vn/van-hoa-nghe-thuat/202503/thanh-xuan-xanh-giua-dai-ngan-b6564ff/
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