Movimiento "impactante"
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado una serie de nuevos aranceles destinados a impulsar la fabricación nacional, con un impuesto básico del 10% aplicado a todas las importaciones, junto con aranceles más altos para algunos socios comerciales que tienen altas “barreras” impositivas para los productos estadounidenses. En esta lista, China enfrenta un arancel del 34%, India del 26%, la Unión Europea (UE) del 20% y Japón del 24%....

Esto aumentaría los aranceles estadounidenses sobre China, el mayor exportador de bienes del mundo, al 54%, incluido el arancel del 20% que Washington impuso al país asiático a principios de este año. Esta cifra podría aumentar significativamente si Estados Unidos impone impuestos adicionales a los países que compran petróleo venezolano.
Las “excepciones” esta vez son los productos farmacéuticos, los componentes semiconductores, la madera, los lingotes de oro, la energía y algunos minerales no disponibles en Estados Unidos.
Según el presidente estadounidense, el nuevo impuesto a las mercancías que ingresan a Estados Unidos es una forma de "liberar" la economía, aumentar el presupuesto del gobierno federal para crear las premisas para la reducción de impuestos y reactivar la producción nacional. "Ante una guerra económica implacable, Estados Unidos no puede continuar con su política de rendición económica unilateral", enfatizó el presidente estadounidense en su discurso al anunciar la nueva política fiscal.
Impacto en Estados Unidos
No se puede negar el potencial beneficio que la nueva política fiscal de Washington tiene para Estados Unidos. Scott Paul, presidente de la Alianza para la Manufactura Estadounidense, dio la bienvenida a los nuevos aranceles y dijo que priorizan a los fabricantes nacionales y a los trabajadores estadounidenses.
Sin embargo, Lori Wallach, directora de Rethink Trade, dijo que los beneficios para los fabricantes estadounidenses deben reforzarse con créditos fiscales para estimular la demanda de productos fabricados en Estados Unidos y alentar la inversión en nueva capacidad de producción. Este experto también enfatizó que es necesario garantizar que las ganancias de las empresas estadounidenses que se benefician de los nuevos aranceles se compartan equitativamente con los trabajadores.
Por su parte, el experto Chris Zaccarelli de Northlight Asset Management espera que el nuevo impuesto se convierta en una palanca importante, que ayude a Washington a tener negociaciones comerciales más favorables, trayendo beneficios a Estados Unidos en el largo plazo.
Sin embargo, también hay "vientos en contra", ya que los economistas advierten que el nuevo impuesto podría afectar la capacidad de exportación de bienes estadounidenses, al tiempo que aumenta el precio de los bienes de uso diario para las personas, impulsando la inflación.
Al respecto, el experto David French, de la Federación Nacional de Minoristas de Estados Unidos, destacó que los aranceles recíprocos pueden ser vistos como un impuesto al bolsillo de los consumidores, aumentando su carga financiera. El economista jefe de JP Morgan, Michael Feroli, incluso advirtió que un escenario en el que el poder adquisitivo del consumidor se vea afectado negativamente podría conducir al riesgo de recesión para la economía estadounidense.
También se cree que es probable que el aumento de la inflación ejerza presión sobre los costos de los préstamos, lo que generaría un riesgo de estancamiento en la actividad económica estadounidense.
Mientras tanto, señaló la experta de KPMG Diane Swonk, la nueva política podría llevar los aranceles a su nivel más alto desde principios del siglo XX, complicar la formulación de políticas de la Reserva Federal y potencialmente aumentar el riesgo de una recesión.
Políticamente, se teme que el nuevo impuesto tenga un impacto negativo en las relaciones diplomáticas entre Washington y sus socios, afectando a muchos procesos geopolíticos globales.
La ansiedad de los inversores ante una serie de riesgos es claramente evidente en el mercado financiero. En la primera sesión de negociación del 3 de abril, el índice S&P 500 cayó un 3,3%, el Nasdaq 100 cayó un 4,2% y el Dow Jones, ligado al promedio industrial, cayó un 2,3%.
En Asia, el Nikkei 225 de Japón cayó más de un 4,1% y el promedio de acciones Kospi de Corea del Sur cayó más de un 2,5%. El índice ASX 200 de Australia cayó alrededor de un 2%. Todas estas predicciones son peores que las anteriores.
Grandes corporaciones estadounidenses como Apple, Nike y Walmart también han sufrido pérdidas financieras significativas, con sus acciones cayendo un promedio de un 7%. Entre ellas, Apple y Nike tienen instalaciones de producción a gran escala en Vietnam. De manera similar, las acciones de NVIDIA cayeron alrededor de un 4,5% y las acciones de Tesla cayeron un 6%.

Nadie quiere una guerra comercial
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, calificó los nuevos aranceles de la Casa Blanca como "erróneos" y dijo que no benefician a nadie. Sin embargo, el primer ministro italiano aún dejó abierta la posibilidad de discutir un acuerdo con Estados Unidos para evitar una guerra comercial que podría debilitar a Occidente.
Mientras tanto, el primer ministro australiano, Anthony Albanese, criticó los aranceles por "no tener base lógica" y "no ser las acciones de un amigo". Subrayó que Australia no tomaría represalias ni se involucraría en una carrera hacia el abismo que conduciría a precios más altos y a un crecimiento más lento.
Expresando una postura firme, el primer ministro canadiense, Mark Carney, declaró que "luchará" contra los aranceles del presidente Donald Trump, condenando la medida de la Casa Blanca por "cambiar fundamentalmente el sistema de comercio global". Canadá advierte que está preparando medidas de represalia para responder rápidamente a cualquier acción comercial que anuncie Estados Unidos.
El presidente del Parlamento Europeo, Manfred Weber, criticó los aranceles de Donald Trump, diciendo que no protegen, sino que dañan las bases del comercio justo, y enfatizó que dañarían a ambos lados del Atlántico. De hecho, la Unión Europea ha amenazado con aplicar contramedidas a mediados de abril.
Sin embargo, también hay voces suaves. El gobierno del Reino Unido ha expresado su deseo de alcanzar un acuerdo comercial para “minimizar el impacto” de los aranceles del 10% sobre los productos británicos. "Nadie quiere una guerra comercial", enfatizó el secretario de Comercio británico, Jonathan Reynolds, diciendo que la prioridad de Londres ahora era la negociación, más que las represalias.
Los economistas también advierten que los nuevos aranceles podrían provocar un aumento de la inflación y el riesgo de una recesión mundial. Goldman Sachs ha recortado sus previsiones de crecimiento para el Reino Unido debido a las preocupaciones sobre los efectos colaterales de estos aranceles.
Los aranceles revertirían décadas de liberalización comercial que han dado forma al orden global, dicen los observadores. Esto podría agravarse si los socios comerciales de Estados Unidos responden con medidas de represalia extremas. Cuando se erigen “barreras” arancelarias de esta manera, la producción industrial mundial caerá, lo que provocará perturbaciones en la cadena de suministro y frenará el crecimiento económico.

Todavía hay una salida
Los analistas todavía apuntan una salida: el tipo impositivo anunciado esta vez no es permanente. En su discurso en el Rose Garden, el presidente estadounidense también dejó abierta la posibilidad de ajustes. Esto significa que la tasa impositiva podría cambiar en el futuro, una vez que los socios comerciales negocien con éxito con el gobierno de Estados Unidos.
Al responder en televisión sobre el nuevo impuesto, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, también sugirió lo mismo, diciendo que la administración del presidente Donald Trump "esperaría y vería cómo se desarrollan las cosas". Sin embargo, el funcionario advirtió a los países que no se apresuren a intensificar la guerra comercial.
Por lo tanto, en el corto plazo, la negociación es la única solución que cada país puede utilizar para evitar daños no deseados. Sin embargo, los economistas dicen que los esfuerzos en esta dirección deben implementarse rápidamente, antes de que las economías sufran daños económicos duraderos.
A mediano plazo, es posible llevar la cuestión de los aranceles recíprocos de Estados Unidos a organismos internacionales de comercio –como la Organización Mundial del Comercio (OMC)– para crear la presión necesaria para obligar a Washington a ajustar sus medidas. Además de esto, también se espera que las negociaciones diplomáticas en el marco del G7, G20... puedan resolver la tensa situación.

A largo plazo, también se aconseja a los países y las empresas multinacionales afectados por esta política fiscal que encuentren formas de optimizar las cadenas de suministro y aumentar la capacidad de producción nacional para incrementar la autonomía económica. En el futuro cercano, se espera que muchas grandes empresas, especialmente las estadounidenses, presionen para lograr ajustes fiscales, en caso de que sus operaciones comerciales enfrenten dificultades.
Es evidente que la comunidad internacional está sumamente preocupada por los nuevos aranceles estadounidenses y sus posibles consecuencias futuras. Sin embargo, las partes básicamente no quieren una guerra comercial y están dispuestas a negociar con la primera economía del mundo para encontrar un terreno común.
Consulte CNBC, Investopedia, The Guardians
Fuente: https://hanoimoi.vn/chinh-sach-thue-doi-ung-moi-cua-my-thay-doi-buc-tranh-thuong-mai-toan-cau-697715.html
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