Estuve esperando mucho tiempo para pagar el examen médico cuando de repente apareció un joven frente a mí y arrojó un trozo de papel a la ventana de cristal. Le di una palmadita en el hombro y le dije: Si es una persona mayor, un niño o una persona discapacitada, entonces dale paso. Pero eres joven, fuerte y saludable, ¡baja y ponte en fila! El joven parecía fiero y quería resistirse, pero ante mi actitud decidida y la multitud que estaba detrás de él, tuvo que darse la vuelta y ponerse en fila.
La cultura de hacer colas aún no se ha formado en muchas personas. En todas partes, en público, hay empujones y empujones. Las estaciones de tren y autobús son lugares en los que el caos se ve fácilmente: desde las colas para comprar los billetes, hasta el aparcamiento, los pasajeros que suben y bajan, y luego cuando el autobús sale de la estación y recoge pasajeros en el camino...
Los autocares son así, los autobuses no son mejores. En cada parada de autobús, la gente que sube y baja se empuja entre sí. Aunque existen normas sobre entrar por la puerta principal y salir por la puerta trasera, muchas personas siguen entrando por donde les resulta conveniente, lo que provoca colisiones y atascos de tráfico.
Incluso en el avión, antes de que éste haya aterrizado por completo, muchas personas se desabrochan los cinturones de seguridad y empiezan a buscar su equipaje. No debería haber habido caos si la gente hubiera entrado en orden cerca de la salida principal, pero muchas personas siguieron avanzando con su voluminoso equipaje, no solo no más rápido sino también causando congestión y malestar para los pasajeros que iban delante.
Esperar, incluso unos segundos, es probablemente demasiado tiempo para muchas personas. Por ejemplo, la luz roja sigue encendida durante 3 segundos y muchas personas ya han acelerado y se han alejado. O como en el ascensor, la gente de dentro todavía no ha salido pero la gente de fuera entra corriendo, provocando colisiones muy desagradables. Parece que las prisas y los empujones se han convertido en hábitos de muchas personas. Curiosamente, están dispuestos a esperar horas para comprar su comida y bebida favorita, pero no les importa esperar unos segundos para garantizar su seguridad y la de los demás.
Así es la vida cotidiana, pero cuando hay un evento, el nivel es mucho más… tenso. Todos hemos sido testigos de los empujones y empujones para conseguir productos de marca durante los eventos de ventas. O padres esperando de guardia, empujándose y apretándose, pisoteando la puerta de la escuela para conseguir un lugar para sus hijos...
Los casos antes mencionados se deben en general a una falta de concienciación sobre el cumplimiento de la ley. La falta de conocimiento sobre la aplicación de la ley pública no sólo es ofensiva sino que también puede tener graves consecuencias.
Ciertamente no hemos olvidado la estampida en un barrio de Corea del Sur el pasado octubre que dejó más de 150 personas muertas. O como el incidente en el que los aficionados en Indonesia irrumpieron en el estadio, provocando un caos que mató a más de 120 personas.
Por otra parte, acabamos de presenciar una fuga milagrosa gracias a la disciplina comunitaria. Debido a problemas técnicos, dos aviones en Japón chocaron en la pista. El avión que transportaba 379 pasajeros se incendió. Lo especial es que en una situación de emergencia no hay absolutamente ningún caos. Todos los pasajeros siguieron con calma las instrucciones de evacuación de la tripulación.
Unos diez minutos después de que los pasajeros escaparon, el avión explotó. Los pasajeros que escaparon por poco de la muerte compartieron en televisión que fue la profesionalidad de la tripulación lo que los salvó. Las autoridades dijeron que fue el estricto cumplimiento de los procedimientos de rescate de emergencia lo que salvó las vidas de los pasajeros. Probablemente ambos. Si la tripulación hubiera sido poco profesional y los pasajeros no hubieran seguido los procedimientos, un escape tan milagroso no habría sido posible.
La conciencia del cumplimiento de la ley no sólo refleja la cultura conductual de las personas y las comunidades, sino que a veces también salva nuestras vidas.
Xuan Hóa
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