El punto de partida es que en los últimos dos años ha habido cinco elecciones parlamentarias en este país sin un gobierno estable. Si ahora las dos facciones políticamente opuestas, que parecen no soportarse entre sí, no logran formar un gobierno de coalición, los votantes tendrán que celebrar otras elecciones pronto.
Se espera que la ex comisaria europea Mariya Gabriel se convierta en uno de los dos primeros ministros rotatorios de Bulgaria.
Este experimento político fue seguido con interés tanto dentro como fuera de Bulgaria. La opinión pública nacional está preocupada por la sostenibilidad de un acuerdo de este tipo. En el exterior, especialmente en la UE, hay preocupación porque una de las dos facciones que negocian para formar gobierno es muy prorrusa. La tragicomedia aquí es que la tremenda presión política interna obligó a las dos facciones a formar una coalición de gobierno, pero este gobierno de coalición estará bajo una presión igualmente tremenda de la UE y la OTAN, de las que Bulgaria es miembro.
El mismo nacimiento de este experimento político en Bulgaria muestra cuán profundamente dividida está la escena política y social allí. La idea no es buscar el mejor resultado, sino únicamente evitar lo peor para Bulgaria. Pero al mismo tiempo, el hecho de que dos facciones ferozmente opuestas ahora puedan viajar juntas demuestra que los partidos políticos deben confiar unos en otros para sobrevivir y alcanzar el poder. En este sentido, Bulgaria no queda al margen de la tendencia general de evolución que se observa desde hace muchos años en Europa.
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