Utilizando “golpes venenosos” y atacando a Rusia con una guerra comercial, ¿se está formando una OTAN económica ? (Fuente: brookings.edu) |
El G7, un grupo informal de siete naciones occidentales ricas, está luchando por mantener su relevancia e influencia en un orden mundial cambiante.
La estrategia refleja los esfuerzos de Estados Unidos por restaurar su papel de liderazgo en el mundo y enfrentar tanto a China como a Rusia movilizando aliados en Europa y Asia. Sin embargo, los expertos consideran que esta estrategia es errónea y arriesgada porque ignora la realidad de un mundo multipolar y los beneficios de la cooperación son a menudo mucho mayores que los de la confrontación.
Punto de inflexión para el G7
El G7 comenzó como un foro de coordinación económica en la década de 1970, cuando el mundo enfrentaba serios desafíos económicos como la crisis del petróleo y el colapso del sistema de Bretton Woods.
En la década de 1980, el G7 había ampliado su agenda para incluir cuestiones de política exterior y seguridad, como el terrorismo, la proliferación nuclear y los derechos humanos.
Rusia se unió al grupo en 1998, convirtiéndolo en el G8, pero la membresía de Moscú fue suspendida en 2014 después de su anexión de Crimea.
La crisis de Ucrania es un punto de inflexión para el G7 porque expone las limitaciones del grupo G20, más inclusivo, que incluye potencias emergentes como China, India, Brasil y Sudáfrica. El G20 se formó en 2008 en respuesta a la crisis financiera mundial, pero no ha logrado dar una respuesta unificada al conflicto entre Rusia y Ucrania, ya que algunos estados miembros han elegido un camino neutral, sin sumarse al camino de la oposición con Rusia ni apoyar sanciones contra el país por parte de Estados Unidos y Occidente.
Por ello, Estados Unidos y sus aliados decidieron revivir el G7 como plataforma para alinear los intereses y valores occidentales frente a sus rivales. Desde entonces, el G7 se ha convertido gradualmente en una OTAN económica que busca proteger los intereses occidentales vinculando la seguridad económica con la seguridad militar.
La idea fue propuesta por primera vez por la ex ministra de Asuntos Exteriores británica Liz Truss como una estrategia económica occidental para contrarrestar el creciente poder económico de China. Según esta idea, si un país rival ataca la economía de uno de sus socios, la OTAN y el G7 apoyarían conjuntamente al aliado afectado basándose en las obligaciones militares y económicas del Artículo 5 de la OTAN. Los defensores de la idea argumentan que disuadiría a los posibles infractores al hacerlos conscientes de los costos de violar las reglas y al acelerar la implementación de sanciones económicas y embargos.
Los observadores comentaron que la transformación del G7 en una OTAN económica quedó claramente demostrada en la reciente Conferencia de Hiroshima (Japón), donde el Grupo no sólo tomó decisiones estratégicas en materia económica sino que también hizo declaraciones desafiantes en materia militar y de seguridad; abordar las cuestiones de armas nucleares, el Nuevo Tratado START, el acuerdo AUKUS...
El G7, por ejemplo, ha expresado su apoyo inquebrantable a Ucrania y está dispuesto a imponer sanciones más duras a Moscú. El grupo también se comprometió a coordinar esfuerzos para disuadir a terceros países de tener relaciones con Rusia, lanzando el undécimo paquete de sanciones: tomar medidas contra países que tienen vínculos económicos con Moscú en el conflicto entre Rusia y Ucrania.
Nuevas oportunidades de un mundo multipolar
Los analistas dicen que la declaración del G7 refleja una mentalidad de Guerra Fría y que su objetivo es contener a potencias en ascenso como China y Rusia. Sin embargo, esta estrategia es defectuosa y riesgosa porque ignora las realidades de un mundo multipolar y los enormes beneficios de la cooperación frente a la confrontación.
En primer lugar, la estrategia del G7 se basa en el supuesto de que puede mantener el dominio económico y militar sobre el resto del mundo. Sin embargo, esta suposición es cuestionada ya que la participación del G7 en el PIB mundial ha caído del 65% en 1980 al 40% en 2020.
Además, el G7 también enfrenta desafíos internos como el Brexit, el populismo, la desigualdad y la deuda.
El G7 también depende del comercio y la inversión con China y otros mercados emergentes para el crecimiento económico. Por lo tanto, el G7 no puede aislarse del resto del mundo ni volverse contra sus principales socios comerciales.
En segundo lugar, la estrategia del G7 se basa en el supuesto de que puede reunir aliados en Europa y Asia para enfrentar a China y Rusia. Sin embargo, esta premisa es cuestionable porque incluso algunos de sus aliados tienen intereses y posiciones diferentes respecto a China y Rusia.
Alemania y Francia, por ejemplo, se han opuesto a la postura dura de Estados Unidos hacia China y han buscado promover el diálogo y la cooperación con Beijing en cuestiones como el cambio climático, el comercio y la inversión. De manera similar, varios países asiáticos como Corea del Sur, Indonesia y Tailandia mantienen relaciones amistosas con China pero aún participan en iniciativas de seguridad lideradas por Estados Unidos en la región.
Por lo tanto, el G7 no puede dar por sentado que puede hablar o liderar a sus aliados en un frente unido contra China y Rusia.
En tercer lugar, la estrategia del G7 se basa en la idea de que pueden lograr sus objetivos mediante sanciones económicas y embargos contra China y Rusia. Sin embargo, esta visión es cuestionable porque las sanciones y los bloqueos económicos han demostrado en la práctica ser ineficaces o contraproducentes para cambiar el comportamiento de China y Rusia.
Por ejemplo, las sanciones impuestas a Rusia por Estados Unidos han acercado a Moscú a China y fortalecido su resiliencia y autonomía.
De manera similar, la guerra comercial liderada por Estados Unidos contra China no ha logrado obligar a Beijing a hacer concesiones en materia de prácticas comerciales. En cambio, la guerra comercial ha dañado ambas economías y ha intensificado su rivalidad estratégica.
Los analistas concluyen que la estrategia del G7 de convertirse en una OTAN económica es una estrategia errónea y peligrosa que sólo agravará la situación mundial y socavará sus propios intereses.
En lugar de buscar la confrontación y la coerción, el G7 debería buscar la cooperación y el compromiso con China y Rusia en desafíos comunes como el cambio climático, la respuesta a las pandemias, la no proliferación nuclear y la estabilidad regional.
El G7 también debería respetar la diversidad y la riqueza del mundo y colaborar con otros actores como el G20, los BRICS y las organizaciones regionales. El G7 debe darse cuenta de que ya no es la fuerza dominante ni la única en los asuntos mundiales y que necesita adaptarse a las nuevas realidades y nuevas oportunidades de un mundo multipolar.
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