Desafíos a superar
La revolución en el aparato organizativo realizada en un período muy breve, a tiempo para la organización de congresos del Partido a todos los niveles según la vigencia, planteará desafíos que todos los niveles, todos los sectores, todos los cuadros y funcionarios deberán esforzarse por superar.
En primer lugar, la cuestión organizativa es una de las más difíciles. Se trata de la tarea de identificar y resolver la situación de superposición y duplicación de funciones y tareas entre organismos y unidades del sistema político, lo cual es bastante común. Definir claramente funciones y tareas es un requisito obligatorio y debe realizarse de forma científica, sistemática y razonable, garantizando que no se omita ninguna tarea y, al mismo tiempo, acabando decididamente con la duplicación y el desperdicio. Es probable que surjan obstáculos de intereses locales y de grupos, porque la reasignación de funciones a menudo encuentra resistencia por parte de los organismos pertinentes, especialmente de aquellas unidades e individuos que corren el riesgo de que se reduzca su autoridad o su escala.
En segundo lugar , los desafíos en materia de recursos humanos. Racionalizar el aparato supone recortar personal y reorganizarlo según la hoja de ruta. Se trata de un tema delicado que afecta directamente al trabajo, a la psicología y a los derechos de los funcionarios y servidores públicos. Es necesario un mecanismo y una política razonables y una solución satisfactoria para racionalizar el personal, de lo contrario fácilmente se conducirá a una pérdida de confianza en las políticas y directrices del Partido y del Estado, afectando incluso la seguridad y el orden social, causando grandes dificultades en el proceso de implementación de una reforma integral del sistema político.

En tercer lugar , los desafíos culturales y de mentalidad. El miedo al cambio, la mentalidad de “complacencia”, el miedo a las dificultades, la búsqueda de evitar la responsabilidad y la falta de innovación y creatividad siguen siendo fenómenos comunes, especialmente en organizaciones que son inherentemente estables. Cambiar implica romper con las “viejas costumbres”, lo que requiere adaptación a un nuevo entorno de trabajo, mayor presión laboral y mayores requisitos de capacidad.
En cuarto lugar , los desafíos de política. Si bien el Partido y el Estado han emitido numerosas políticas y directrices para racionalizar el personal, su implementación aún enfrenta muchas dificultades y obstáculos. Las reglamentaciones específicas aún presentan deficiencias, no son realmente adecuadas para la práctica y no satisfacen las exigencias de racionalización del aparato.
Más eficaz, más cerca de la gente
Los desafíos que plantea la revolución organizacional son reales y no pequeños. Pero una cosa es cierta: si miramos directamente las dificultades, definimos claramente los objetivos y actuamos de forma sincrónica, humana y decidida, no sólo las superaremos, sino que crearemos un nuevo aparato, más eficaz, más cercano a la gente y más digno de las expectativas de los tiempos.
Para eliminar una de las mayores barreras hoy en día, que es la superposición de funciones y tareas entre agencias y unidades, una situación que no sólo genera desperdicio sino que también cansa a la gente, lo primero que hay que hacer es rediseñar, no con tijeras y pegamento, sino con una mentalidad sistémica.
Considere cada órgano como un “eslabón” de la máquina general. No se puede organizar sólo en el papel, sino que hay que “probarlo” en la realidad: para ver qué agencia hace qué, sirve a quién y produce qué resultados. Las superposiciones sólo pueden resolverse mediante el diálogo, el intercambio y, lo más importante, la fuerte participación de quienes mejor entienden el funcionamiento interno de cada organización. Dejemos que los gerentes de campo y los expertos independientes trabajen juntos para crear “modelos organizacionales inteligentes”, donde cada agencia no sólo tenga tareas asignadas, sino que también sea evaluada según criterios claros: eficiencia laboral, nivel de servicio a las personas y capacidad de coordinación entre sectores.
Pero por muy racionalizado que sea el aparato, si no va acompañado de una política de recursos humanos razonable, fácilmente encontrará resistencia interna.
Cualquier racionalización, si pone activamente a las personas en el centro, se convierte en un desafío. Hay que afirmarlo: nadie queda “atrás”. Los cuadros redundantes no son una carga, sino un recurso que necesita ser “reubicado” y “reentrenado” para desarrollarse en posiciones más adecuadas, en el gobierno digital, los servicios públicos y otros campos sociales. Es necesario contar con paquetes de apoyo significativos para la transición profesional, nuevos programas de capacitación de habilidades y mecanismos para alentar la transición voluntaria. Para quienes permanecen en el sistema, es necesario cambiar la forma de evaluar a los funcionarios públicos: de "suficientes días y meses" a "suficientemente efectivos y creativos". Un mecanismo de contratación basado en su capacidad real, no en sus cualificaciones o antigüedad, creará un equipo verdaderamente digno del nuevo aparato.
Ninguna revolución puede tener éxito si la mentalidad general es de aprensión y pasividad. Lo más importante en este momento no es cuántas agencias reemplazar o cuántas unidades fusionar, sino cambiar la forma de pensar acerca de servir a la gente. Una campaña mediática que acompañe la reforma es esencial, pero no una propaganda unidireccional. Esta revolución debe ser contada como un viaje de innovación profunda: no para “reducir el número de personas”, sino para “ser más eficaces” y “estar más cerca de la gente”; no sacrificar intereses, sino afirmar la responsabilidad por el futuro del país. Y para difundir una cultura de innovación, hay que empezar desde arriba. Cuando los líderes se atreven a asumir la responsabilidad, se atreven a probar cosas nuevas, se atreven a cambiarse a sí mismos, la máquina se moverá en consecuencia. Una función pública moderna debe estar nutrida por el deseo de crear y un espíritu de servicio.
Es imposible llevar a cabo una revolución con un sistema de documentos engorroso y superpuesto. Es necesario revisar todas las regulaciones relacionadas con la descentralización, la delegación de autoridad, la organización y el personal para garantizar la coherencia, la claridad y la facilidad de implementación. La creación de grupos de trabajo especiales, que reúnan a expertos jurídicos, cuadros prácticos y representantes del pueblo, permitirá detectar rápidamente las deficiencias y proponer modificaciones oportunas, en lugar de dejar que cada localidad se enfrente a documentos que "los superiores dicen pero los subordinados no escuchan".
Después de todo, lo que más se necesita es una fuerte convicción: que estamos en el camino correcto. Cambiar para darle al país la oportunidad de llegar más lejos, de servir mejor a cada ciudadano y de darle a los funcionarios la oportunidad de trabajar en un entorno más digno. Cuando el aparato es ágil, eficiente y funciona eficazmente, no sólo se libera el presupuesto, sino también la inteligencia y la dedicación de quienes están dentro del sistema.
Y es por eso que vale la pena emprender esta revolución, por desafiante que sea. Ahora mismo. No más retrasos.
Fuente: https://daibieunhandan.vn/bai-cuoi-can-niem-tin-manh-me-de-dat-nuoc-vuon-xa-post410842.html
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